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sexta-feira, 17 de outubro de 2014

Santa Margarita María Alacoque: La mensajera del Sagrado Corazón de Jesús

Redacción (Jueves, 16-10-2014, Gaudium Press) Cuando Margarita sólo contaba cuatro años de edad, comenzó a sentir la inclinación de decir varias veces: "Oh Dios mío, te consagro mi pureza y te hago voto de castidad perpetua". Cosa sor­prendente para una niña de esa edad, que no sabía siquiera el significado de esas palabras, como diría más tarde en sus memorias.
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Era el extraordinario comienzo de la historia de esta alma, en que la gracia divina actuaba para hacer­la pertenecer solamente a Jesús. Así podría cumplir admirablemente una misión crucial en beneficio de la hu­manidad: ser la mensajera del Sagra­do Corazón.
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Lucha entre la vocación y la atracción de la vida corriente
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Margarita nació el 22 de julio de 1647 en Borgoña, Francia. Su padre era juez y notario real, pero hombre de pocos bienes.
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Cuando la niña tenía 8 años de edad el padre falleció, y la familia debió enviarla a la escuela de las cla­risas de Charolles. Pero una extraña enfermedad la redujo a un estado de postración tan aguda, que al cabo de un tiempo su madre la llevó de vuel­ta a casa. "Pasé cuatro años sin po­der caminar", diría después. Vien­do la ineficacia de los medicamen­tos, recurrió a la Virgen de las Vír­genes y le hizo el voto de entrar a la vida religiosa si le concedía la salud. Fue atendida con rapidez, restable­ciéndose por completo.
Sin embargo, al cumplir Margarita los 17 años, su madre y hermanos de­terminaron que debía contraer matri­monio. .
Dejándose llevar por el amor filial, la joven empezó a participar en los diversiones de su edad -cuidándo­se de no ofender a Dios- y a acariciar la idea del casamiento, puesto que ya contaba con varios pretendientes. En su interior se libró una larga e intensa batalla: por un lado, la atracción de la vida corriente susurraba que la fun­dación de un hogar era incluso un de­ber de piedad filial, que le permitiría amparar mejor a su enferma madre. Por otro, la voz de la gracia le recor­daba el voto de castidad perfecta he­cho en la infancia junto a la promesa de hacerse esposa de Cristo. "No im­porta, eras muy niña para entender lo que decías, así que tales promesas no tienen valor. ¡Ahora eres libre!"- era la respuesta que venía a su mente en­seguida.
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El cruel combate de alma duró al­gunos años. Pero, sensiblemente ayu­dada por Nuestro Señor, la vocación religiosa terminó por prevalecer: en 1671 ingresó como postulante al Mo­nasterio de la Visitación de Paray-le-Monial.
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¿Santa o visionaria?
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Margarita fue bendecida con ex­periencias místicas desde la infan­cia, pero las más importantes suce­dieron en el convento a partir del 27 de diciembre de 1673, cuando co­menzó a recibir una serie de revela­ciones del Sagrado Corazón de Je­sús, que la encargaba de difundir su devoción.
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Las tres superioras que se suce­dieron en el gobierno del conven­to cada seis años quedaron conven­cidas de la santidad de aquella reli­giosa y la autenticidad de las reve­laciones que recibía. Aun así, sufrió la terca oposición de la comunidad, que la tenía por una excéntrica vi­sionaria. Su principal apoyo vino de san Claudio de la Colombière, joven sacerdote jesuita que durante un tiempo fue el confesor de las mon­jas y declaró la veracidad de las vi­siones.
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San Claudio fue enviado a Ingla­terra como confesor de la duquesa de York, esposa del futuro rey Jai­me II, y allá predicó por primera vez la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, logrando varias conversio­nes entre las damas de la nobleza. Sin embargo, fue perseguido a cau­sa de un complot anticatólico y pa­só un tiempo en prisión. Regresó a Francia con la salud minada, po­cas veces pudo encontrarse con san­ta Margarita, y murió muy pronto. Su partida de este mundo no aba­tió a la religiosa, cuya perseveran­cia, docilidad, espíritu de obedien­cia y caridad acabaron por vencer las oposiciones hasta hacerla cum­plir su misión, comenzando por in­troducir en 1686 -primero para un pequeño círculo de su propio con­vento- la fiesta del Sagrado Cora­zón de Jesús. Ésta se extendió con rapidez a otros monasterios de la Visitación y desbordó al exterior de la congregación.
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Después de vivir consumida en amor al Sagrado Corazón de Je­sús, santa Margarita María Alacoque murió el 17 de octubre de 1690 a los 43 años de edad. Fue canoni­zada por Benedicto XV en 1920. Su cuerpo se halla bajo el altar de la ca­pilla del convento donde vivió, y los peregrinos obtienen insignes gracias rezando en ese lugar.
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Por la Hna. Laura de Melo Aquino, EP

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